jueves, 29 de enero de 2015

CAPERUCITA ROJA

CAPERUCITA ROJA

Hola soy lobo.

Todo comenzó cuando me encontré con aquella criatura. Era verano, caminaba por el bosque en busca de alguna presa que devorar, entonces la encontré. No era la primera vez que nos veíamos, por eso la reconocí. Llevaba aquella caperuza roja que tanto la distinguía de las demás niñas. Iba con aquella cesta como todos los días a casa de su abuela. Su abuela vivía en un palacio de hielo en el polo norte. La niña se dirigía a las montañas. Me quedé paralizado de terror. Nunca había visto un ser como aquel. Era una niña horrenda. Sus ropas estaban rotas como si hubiera sufrido una transformación hace poco. Después la perdí de vista, desapareció, se volatilizó. No volví a verla, pero notaba su olor. Era como si de repente se hubiera vuelto invisible. Luego la volví a encontrar pero había recuperado su belleza y sus ropas estaban perfectas.

 ¿Qué había pasado? 

No encontraba ninguna respuesta que fuera lógica. Pero no me rendí. Por lo que decidí seguirla. Como antes dije Caperucita de dirigía a las montañas en busca del palacio de su abuela. Se movía ligera entre los arboles ya que había hecho ese recorrido varias veces. En cambio yo me movía con la agilidad de un pingüino cojo. Tiempo después llegamos a las montañas. Noté que el clima había cambiado. De repente empezó a hacer muchísimo frio. Una ventisca de aire helado me golpeaba con violencia. En un par de ocasiones estuve a punto de caerme pero continué persiguiendo a aquella chiquilla. Después de unos minutos que me parecieron eternos la ventisca amainó y pude continuar caminando con más velocidad. 

Hacía un buen rato que había perdido el rastro de la joven pero su olor y su alma se podían percibir con facilidad. Apenas había dado un par de pasos cuando distinguí un objeto rojo en la nieve. Me acerqué para averiguar de qué se trataba. Cuando vi lo que era se me congelo la sangre. Era la caperuza roja de caperucita. La recogí y me la llevé al hocico para olerla. Aquel olor que olfateé me recordó al día en que nos vimos por primera vez. 

Apenas haría catorce años. Yo acababa de cumplir los dieciocho y paseando por el bosque me perdí. Intenté buscar el camino de vuelta a mi cueva pero no lo encontré. Así que decidí continuar andando haber si lograba orientarme. 

Encontré una cabaña de madera. La ventana lateral estaba abierta de par en par y decidí asomarme. Así lo hice. Asomé mi hocico por la enorme ventana y vi una cuna, dentro de la cuna había un hermoso bebé. Era una niña un poco pelona pero tenía  algunos mechones castaños. Vestía un gracioso peto rojo. Me acerqué a ella para observarla más detenidamente y me dejé llevar. Antes de que pudiera darme cuenta había mordido uno de sus blanditos y suaves brazos. La niña comenzó a llorar. Rápidamente escapé de allí. 

Hasta hacia unos pocos días no había vuelto a verla. En algunas ocasiones fui a la biblioteca del pueblo y leí sobre los síntomas que podría causar un mordisco de lobo, pero no encontré nada. Hasta día de hoy había pensado que la licantropía no existía pero pronto descubrí que me equivocaba. Como iba diciendo olisqueé su caperuza y continué tras ella. Pronto encontré el palacio. Era precioso. Estaba completamente hecho de hielo. La puerta principal estaba abierta así que entré. Recorrí todo el palacio pero allí no había nadie, aquello estaba desierto. 

Finalmente subí por las escaleras a la planta superior. Había una puerta que estaba abierta. Me asomé y cuando lo hice estuve a punto de desmayarme. Allí encontré una anciana de pelo grisáceo que yacía muerta en el suelo. Me arme de valor y inspeccioné su cuerpo inerte. Alrededor de su cuello había una mordida de lobo. 

La ventana estaba abierta. Con mucha cautela me asomé. Y allí abajo vi una loba salvaje que corría por la nieve con una caperuza roja. Entonces comprendí que el lobo que había estado tantos años en el cuerpo de caperucita roja por fin había despertado.
                                                                     



                                                                          Stella
https://enellaberintodelavida.wordpress.com/page/2/ 

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